Los bosques de Maine by Henry David Thoreau

Los bosques de Maine by Henry David Thoreau

autor:Henry David Thoreau
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Memorias, Viajes
publicado: 1864-01-01T00:00:00+00:00


El Allegash y el East Branch

Parte I

Partí para mi tercera excursión al Maine el 20 de julio de 1857 con un compañero[1], arribando a Bangor al día siguiente, a mediodía. Apenas habíamos abandonado el vapor cuando nos cruzamos en la calle con Molly Molasses[2]. Mientras ella viva, se puede considerar que los indios penobscot existen como tribu. A la mañana siguiente, un pariente mío[3] que está bien relacionado con ellos y que me había acompañado en mis dos excursiones previas a los bosques de Maine, me llevó en su vehículo a Oldtown para ayudarme a conseguir un indio para esta expedición.

El transbordador de Indian Island.

Nos cruzaron a Indian Island en un batteau. El chico del barquero tenía la llave, pero el padre, que era herrero, tras una breve vacilación, cortó la cadena con un escoplo sobre una piedra. Nos dijo que casi todos los indios se habían ido al litoral y a Massachusetts, en parte por el sarampión, que había brotado en Oldtown y al que tenían mucho miedo, y que era dudoso que encontrásemos uno apto en la isla. Pero el viejo jefe Neptuno estaba todavía allí. El primer hombre que vimos en la isla fue un indio llamado Joseph Polis[4], a quien mi pariente había conocido desde niño y al que ahora llamó familiarmente «Joe». Estaba en su patio preparando una piel de ciervo. La tenía extendida sobre un tronco inclinado, y la rascaba con un palo que sostenía con ambas manos. Era robusto, de una altura tal vez algo por encima de la media, con un rostro amplio y, como dicen algunos, rasgos y cutis perfectamente indios. Su casa tenía dos plantas, era blanca y con persianas, la de mejor aspecto que yo haya visto en el lugar y tan buena como cualquiera que pueda verse en una calle de una aldea de Nueva Inglaterra. La rodeaban un huerto y unos árboles frutales, y unos delgados tallos de maíz aislados sobresalían entre las leguminosas. Le preguntamos si conocía algún buen indio que quisiera internarse en el bosque con nosotros, es decir, ir a los lagos Allegash por el Moosehead y regresar por el East Branch del Penobscot, o desviarnos según quisiéramos. A lo cual él respondió, con ese curioso aire de distanciamiento que el hombre blanco le atribuye siempre al indio, «Gustar ir yo mismo; querer conseguir alce»; y continuó rascando la piel. Su hermano había estado en el bosque con mi pariente apenas uno o dos años antes, y ahora el indio quiso saber qué le había hecho aquel para que no regresara, ya que no lo había visto ni había sabido de él desde entonces.

Finalmente volvimos de nuevo al tema más interesante. El barquero nos había dicho que todos los mejores indios se habían ido menos Polis, que pertenecía a la aristocracia. Con seguridad sería el mejor que pudiésemos conseguir, pero en caso de ir querría una remuneración importante. Polis pidió de entrada dos dólares al día, pero accedió a ir por uno y medio, más cincuenta céntimos semanales por su canoa.



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